¿Dios está en tu hogar?

Es hora de continuar con los salmos que son las letras de los cantos peregrinos. El peregrinaje espiritual que nos permiten realizar empieza con la humanidad en general, pasa a un pueblo en específico: los israelitas, pasa a una ciudad marcada por ser el lugar donde se edificó el templo y ahora pasa a cada uno de los hogares que están en ella. Es un peregrinaje marcado por hacerse cada vez más individual, cada uno de estos cantos muestran que este viaje es personal y único.

Si el Señor…

 Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los albañiles. Si el Señor no cuida la ciudad, en vano hacen guardia los vigilantes. En vano se levantan de madrugada, y se acuestan muy tarde, trabajando desesperadamente por pan para comer, porque Dios concede el sueño a sus amados.

Salmo 127: 1-2

El salmo 126 empieza enunciando una posibilidad, Salomón trata de hacer pensar a sus lectores que sucede cuando Dios no está en el hogar. Es más podemos decirlo de forma diferente, menos amigable y más directa, para ser claros y concisos sobre la idea que pone entre líneas en estas palabras:

El levantarse de madrugada, trabajar hasta tarde y buscar desesperadamente el pan, sin poder encontrar descanso (en todo el alcance de la palabra) es una clara señal que el Señor no edifico, ni cuida ese hogar. (Esto es solo un ejercicio de escritura, no busco para nada cambiar el sentido de la Palabra.)

¿Cómo andamos por casa?, ¿realizamos acciones en vano?, ¿entraríamos dentro de este grupo o hemos considerado la posibilidad de tener a Dios en casa? Sin duda son preguntas personales, preguntas que tienen una respuesta palpable, respuesta que llega día a día. Lo bueno es que al ser una posibilidad también tenemos la oportunidad de que nuestra respuesta sea que Dios está en el centro de nuestros hogares, de nuestras familias.

El poder encontrar el sueño, el descanso y la tranquilidad sabiendo que todas las necesidades de nuestro hogar están completas es el anhelo de todos (debería serlo), pero constantemente vemos en el mundo que aquellos que tienen «grandes casas, grandes trabajos y seguridad social» son los más descontentos, los que más sufren la falta de sueño y el estrés, todo porque nunca hicieron caso a la necesidad primaria del hombre, la cual es tener una comunión genuina con Dios, propósito por el cual fuimos creados.

Es importante una vez más recordar que estos salmos están enmarcados dentro de los cantos que cantaban los Israelitas cuando viajaban al templo, cuando subían las colinas para llegar a Él. Esto me parece importante porque nosotros nos acercamos a Dios, probablemente, en las reuniones de nuestra iglesia local, deberíamos hacer lo mismo preguntamos constantemente sobre esta posibilidad para verificar si estamos dejando que Dios edifique y cuide nuestro hogar. Es más si tenemos o hemos iniciado una relación con Dios comprendemos que es la paz que sobrepasa todo entendimiento, la hemos conocido en carne propia y podemos ser capaces de reconocer su falta.

Resultados futuros

Las consecuencias de un hogar carente de paz se pueden ver en el presente, pero mayormente pasan desapercibidas en ese instante porque los involucrados saben como mantenerlo oculto. En cambio, en el futuro los resultados no se pueden tapar, porque son los hijos los que más sufren esto y ellos son el lugar donde se puede ver si lo sembrado eran buenas semillas o no.

Los versículos que mencionaré ahora son muy comunes para dedicar a los padres primerizos, también muestra los resultados en la vida de los hijos si Dios está en el hogar:

Los hijos son un regalo de Dios, recompensa suya son. Los hijos de padre joven son como flechas en manos del guerrero. Dichoso el hombre que tiene su aljaba llena de esta clase de flechas. No será avergonzado cuando se enfrente a sus enemigos a las puertas de la ciudad.

Salmos 127: 3-5

Si llevas tiempo en la iglesia es seguro que ya escuchaste un mensaje que habla sobre la comparación entre la flecha y los hijos, de esto me parece importante rescatar que las flechas para ser efectivas y llegar a su blanco deben ser rectas, no deben tener ninguna curvatura o imperfección que afecte el trayecto que deben realizar.

Ya les aviso que la curvatura estará si Dios no es quien edifica nuestro hogar, ni lo cuida. Creó que todos hemos sido testigos de como un hogar carente de paz es terreno fértil para el pecado. Los hijos tienen rencor para con sus padres, imitan los malos hábitos y acciones de ellos, les echan la culpa y esto parece en muchos grupos familiares un círculo sin fin. Estos hijos jamás lucharán junto a sus padres contra el enemigo. Esto es radicalmente diferente en aquellos que son edificados por Dios, sus vidas familiares son plenas y constantemente se ayudan entre sí en las dificultades, siendo fuente de ánimo cuando el enemigo ataca a los suyos.

La flecha y el blanco

Esta parte del texto se puede tomar como un gran paréntesis y, también, como una forma de profundizar la comparación de los hijos con las flechas. Todo proyectil, en ese caso las flechas, necesitan un blanco al cual llegar, el hecho de no llegar a su destino se puede deber a un error humano o a que algo se atravesó en el camino. Es sobre este «errar en el blanco» sobre el que quiero hablar por un momento.

Me parece muy curioso que está sea una de las acepciones más comunes con relación al significado de la palabra PECADO, veamos que menciona el ministerio Llamada de Medianoche al respecto:

Podemos decir también que es errar el blanco, fallar desde el punto de vista de los requerimientos divinos, este es el significado más común que se le da a la palabra pecado.

Harwitch, Herman

Entonces podemos decir que cada uno de nosotros es una flecha que tiene como blanco la santidad y poder tener una comunión con Dios, esa es la diana a la que debemos apuntar, pero todos cada uno de nosotros, por causa del pecado (Romanos 3:23), erramos al blanco. Ninguno de nosotros llega al objetivo por sus propias fuerzas, porque tenemos la curvatura o las imperfecciones que nos impiden realizar correctamente el trayecto. Muchos estamos, no solo doblados e imperfectos por el pecado, apuntando contra blancos incorrectos.

Todos nosotros podemos ser los hijos que Dios tiene en su aljaba, los hijos que envía a cumplir con la santidad, los hijos que envía a cumplir con su misión de alcanzar a los perdidos. Cada uno de nosotros puede dejar que Dios edifique y cuide su hogar, para así hacer de cada miembro de su familia una flecha preparada correctamente para llegar al blanco.

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